Solo recuerdo haber despertado tarde en la mañana de marras –siquiera se la razón, porque no es habitual. Como de costumbre encendí el televisor y me llamó la atención el tono luctuoso de la revista Buenos Días… fondos negros, la tristeza en el rostro del conductor… en verdad, no entendía nada.

Una llamada telefónica que me sonó demasiado insistente,removió de súbito mi letargo, era la jefa de Información que organizaba el homenaje en Cienfuegos. Murió Fidel, me dijo y sus cenizas las recibiremos en la ciudad… silencio total, absoluto, el barrio era otro, sin bullicio… ¿Fidel muerto, no es posible, si lo queríamos inmortal…?

Fui para el Telecentro más rápido que de costumbre. El líder pasaría por Cienfuegos como aquel 6 de enero de 1959, siempre en la Caravana de la Victoria, solo que esta vez el rumbo sería de Occidente a Oriente… todos estábamos movilizados para el acontecimiento, se buscaron cámaras de todas partes, había que cubrir la ruta y dejar constancia histórica.

Desde muy temprano nos fuimos a los puestos de combate, primero hacia los municipios, luego en puntos clave de la ciudad… tendría que moverme en el parque José Martí hacia dos posiciones para grabar la entrada y salida del cortejo del lugar que otrora lo recibió de madrugada, triunfante, para hablar al pueblo.

Y otra vez triunfante recibiríamos al líder también con el cielo oscuro… no recuerdo porqué la decisión de última hora fue para mi trasmitir en vivo aquel suceso desde el máster de Perlavisión, y no, no me quitaban un privilegio, en cualquier escenario era importante estar, fue como revivir todo el tiempo de Fidel al rodar las imágenes de un pueblo que coreaba ¡Yo soy Fidel! que aplaudía con fervor y respeto…

Vimos y tuvimos lágrimas en los ojos, el corazón apretado, no hubo ninguno de los acostumbrados chistes entre compañeros… nos habían arrancado algo muy nuestro, muy querido. Seguimos entonces aquel séquito de dolor por el resto de Cuba y estuvimos en Santa Ifigenia, donde toda la gloria del mundo está en un grano de maíz…

Y cada año –cada 25 de noviembre- volvemos a sentir el mismo aprieto muy dentro, así como la satisfacción envidiable de haber vivido el tiempo de Fidel. Y es que el Jefe no ha muerto, no morirá jamás, porque anda al frente de las fuerzas que necesitamos para seguir la lucha cotidiana, para que la Revolución del Comandante sea eterna… como el…

Por Boris L. García Cuartero

Médico Veterinario. Master en Dirección de Programas de TV Periodista de Perlavisión.

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