Tuve la oportunidad de participar en un reciente encuentro entre representantes de los medios de comunicación en Cienfuegos y la dirección de la filial en la provincia de la Unión de Historiadores de Cuba. Información e interesantes reflexiones suscitó la conversación e intercambio de criterios.
Hubo reconocimientos, porque desde la prensa también se hace historia. Contamos la historia de nuestro tiempo, esa cotidianidad rica en sucesos que a veces escapa, inmersos en cumplimientos de planes, loas y algún que otro ejercicio del criterio, incuestionable cuando se hace con fundamentos, pero pocas –muy pocas- veces bien recibido por algunos.
Existen colegas-historiadores, apasionados por los sucesos narrados en libros que aportaron y aportan conocimientos e impulsan a investigar más allá de la compilación. Se han descubierto, incluso, algunos no escritos y que despiertan aun más ese amor por el pedazo de tierra en que vivimos, dígase Cienfuegos o un país que bien merece un lugar en la historia –lo dijo a tiempo el líder indiscutible de la Revolución, Fidel Castro Ruz.
Comentaba a quien tenía más cerca y luego a una conocida profesora-investigadora que debemos rescatar la realidad que trasciende a figuras –cuyo merecimiento es incuestionable-, pero también los simples mortales hacen historia y todos los días, sobre todo en tiempos de sacrificios. Nuestra época debe ser resguardada del olvido, porque a cada momento se escriben páginas de heroísmo.
Han variado las técnicas de combate en el enemigo ideológico de siempre, las condiciones de vida se nos agravan y a base de inventiva, supervivencia estoica, así como de heroicidad común, entre nuestras gentes abundan los hechos para llenar las páginas de muchos libros.
También desde nuestros medios tenemos esa deuda, debiéramos asumir como propia la motivación de la multiplataforma TeleSur: Dar voz a quienes no tienen voz.
Me decían que hacia los municipios –localidades, asentamientos o caseríos- se disponen a escribir la historia, en tiempo, para salvar a las noveles y futuras generaciones del olvido imperdonable. Hay en todas partes seres comunes que no aparecen en los textos, artículos o tesis, además se obvian de los reportes periodísticos y esos son los verdaderos autores de la vida con que late una nación.
Habrá que recuperar ediciones de la prensa escrita que en su momento tuvieron notoriedad, hay que hacer más comunitaria la radio y la televisión, llenarlas de gente común, sencilla, esas que sin nombramientos, merecen prevalecer en la retentiva de un pueblo que merece, si, un lugar en la historia y también en la gloria –como bien dijo Fidel Castro.