Recuerdo haberme llegado hasta Sabaneta, allí donde el 28 de julio de 1954 nació Hugo Rafael Chávez Frías. Era una casita humilde, como cualquier otra de aquel entorno, ese que seguramente le influyó desde niño en sus sueños de libertad y justicia y que más adelante hiciera realidad en la Venezuela amada.
Allí se atesoran los objetos personales de quien devino líder, hasta la bicicleta que un tiempo usó… me contaron de su adolescencia, de la juventud, del Chávez sublevado y cómo llegó a guía de un pueblo que le adora, que lo siente suyo y a la vez compartido entre tanta gente que va a pararse delante de su casita, en silencio o que susurra al más próximo con la emoción a flor de piel…
…y mientras caminaba por la vida del héroe, le escuché cantar una ranchera, otra romántica, aquella patriótica que sacaba del alma. También lo oí discursar, con voz de temple o casi sin voz, ronco, cuando quería llegar hasta el final de la marea roja y el audio parece que fallaba o el hombre desafiaba el sonido de la lluvia, empapado como muchos de los que le rodeaban y coreaban su nombre casi en el delirio…
Entonces aparecen las fotos a tamaño de gigante… y sigue la voz y parece que habla a tu lado, que canta a tu lado, que te empuja a abrazar sus ideales y habla de Bolívar, habla de Martí, habla de Fidel, habla y le habla a Latinoamérica, al mundo sin los yanquis a quienes manda al carajo con la naturalidad de quien manda a paseo…
…y ves la obra que construyó y edifica con su ejemplo, desde el edificio en la gran ciudad hasta la escuelita en un recóndito lugar de la inmensa Venezuela. Es una oportunidad para estar cerca del Presidente en las misiones que se adentran en los barrios, que multiplican salud o en la energía, en la minería… y sigues en un diálogo permanente con Chávez, el mismo que compartes entre unos cuantos llegados también a escucharle, a verle, a abrazarle, a adorarle.
A sus pies la bella Caracas y la vista te alcanza hasta el Palacio de Miraflores y ahí está Chávez, en el balcón de enfrente, mirando hacia el futuro… parece inerte, pero no… se levanta con cada mano que pasa sobre su marmóreo cuerpo, en cada súplica, incluso en las lágrimas de algunos, porque emociona tenerlo tan cerca, sentirlo y poderle decir al oído cuánto se le extraña… Chávez vive en el Cuartel de la Montaña y en el corazón latinoamericano que no olvida.
El mio vibró ese día en que lo conocí y ha sido para siempre. Tengo la dicha de haber vivido en el tiempo de Chávez y finalmente lo conocí una mañana en Caracas, por donde camina como un pana más por avenidas, en edificios, en banderas y plegarias… Vive el hombre que no ha muerto… nació el 28 de julio de 1954 y es eterno.